Satanic Surfers en Montevideo

Texto: Martín Badalá
Fotos: Rodrigo Melián

No sé si existe eso de bandas de un disco, pero para mí Satanic Surfers siempre fue la banda del disco ese con tapa roja y negra, la tabla de skate parada sobre un puente y las letras góticas amarillas: “Going nowhere fast” (1999). Esto desde ya es una afirmación muy personal y seguramente injusta. Acá, ese disco se curtió de forma bastante contemporánea junto con otras bandas del sello sueco Burning Heart, filial nórdica de Epitaph. Por Burning Heart salieron bandas como The Hives, Millencolin, Turbonegro, Refused, o más tarde The International Noise Conspiracy.

Dentro del género (qué asco seguir hablando de eso) hardcore punk melódico, Satanic Surfers con ese disco ofrecieron una vuelta de tuerca encantadora. Mantenían intacta la melodía y la lógica de algunos estribillos pegadizos pero con un sonido más crudo, ajustado y energético. Siempre un poquito más rápido y apuradito, mucho corte medio progre y ese halo metalero en algunos riffs y punteos. El sonido de la bata, piques y velocidad hermosa. Una banda que iba rápido y fuerte sin perder la técnica, que hacía canciones sin la excesiva preocupación por una pulcritud sonora que contaminara el espíritu y la energía que algunos buscamos como nutriente inspirador en esta música.

El Rata me compró la entrada y hasta el día antes no había vuelto a escuchar el disco. Lo escuché cocinando y me puse a cantar y saltar mientras amasaba. Una hermosura sentirme así de vuelta, me traje a mí mismo veinte años para acá, pero mejor. No sé si el disco se mantuvo inoxidable, pero su escucha me arrancó toda la emoción de aquel entonces y evocó sonrisas que volvían de los buenos tiempos, no como nostalgia refritada sino con la vigencia de que al otro día tocaban en mi ciudad. Eso me puso feliz y me hizo preguntar: ¿Qué más le podemos pedir hoy, a la música que siempre amamos?.

Claramente que había escuchado el último disco y otras cosas sueltas pero para mí seguían siendo la banda de ese disco. De los integrantes de ese entonces (1999) que grabaron el disco “Going nowhere fast” vinieron dos, Rodrigo Alfaro (batería y voz) y Magnus Blixtberg (guitarra).

El show, ¿cómo estuvo? Solo tengo la certeza de que sonreí por fuera y por dentro y que me abracé y que me divertí un montón. Bajo un calor agobiante y en un recinto húmedo con una concentración de olores y extrema condensación de sudores varios, dieron un show súper intenso, sentido y energético. Con mucha actitud y todo el entusiasmo tirado ahí arriba tocaron a todo dar desde el primer al último tema. Venían de la nieve sueca al antro montevideano más caluroso y asfixiante y fueron solidarios entregando todo lo que habían traído para dar. Gracias por eso. Que sería del hardcore sin la energía desbocada y la humildad de compartir el disfrute honestamente. Eso se transmite, es un lenguaje sin palabras ni adornos. Satanic Surfers honró a esta música y nos entregó un repertorio vigoroso con técnica en velocidad que nos puso a poguear a todos.

Capítulo aparte para Rodrigo Alfaro, la leyenda siempre contaba que era uruguayo. En un momento del show luego de pifiar un golpe de batería en una canción, pidió disculpas y dijo algo así como que había formado la banda en 1989 y desde entonces tuvo el anhelo de volver a Montevideo para tocar con su banda, por eso estaba nervioso, y se lo notó conmovido. Pasaron 34 años y cumplió, volvió a Montevideo a tocar con su banda. Y qué lindo fue que volvieras Rodrigo. Tocó como un pibe de 20 años la batería descargando la muñeca contra el tacho como si de un revólver de los buenos se tratara, sin cesar y disparando al mismo tiempo todas las melodías vocales de forma impecable. Emotivo y admirable.

No sé si los voy a volver a escuchar mucho de vuelta, pero fue hermosísimo verlos en vivo y nos dejaron a todos colmados de lo que fuimos a buscar. Muchas gracias de nuevo por eso y por recordarnos el espíritu del “Joven Hasta Morir”.